Uno creado especialmente para que Iván Taube suba las actividades del Taller de Expresión en este extraño (no) arranque del ciclo lectivo 2020
martes, 24 de noviembre de 2020
Escena
viernes, 13 de noviembre de 2020
Reseña
La necesaria tarea de incomodarse
Por Iván Taube
En tiempos de pandemia no podemos viajar mucho. Por eso es bueno aunque sea leer textos movilizantes.
La arquitectura del océano, de Inés Garland.
112 páginas.
Alfaguara, 2014.
Diana lleva a su familia, acostumbrada a vacacionar en Miami, a la selva misionera. Tiene un accidente y es asistida por un habitante del poblado. La estadía termina y con ella el cuento, pero se intuye que la historia no, porque sentimos que algo ha cambiado dentro de Diana tras esa experiencia, algo que ha puesto en jaque a sus prejuicios, y con ello despertó contradicciones con su familia y su estilo de vida.
Viajar es y genera cambios. Cambiar de territorio, movilizarse físicamente permite también el surgimiento de otro tipo de movilizaciones: internas, profundas, subjetivas. En La arquitectura del océano, Inés Garland reúne cuentos breves que muestran (o, en algunos casos, solo sugieren) eso: la transformación interna que surge a partir de un viaje. A veces con importantes sucesos como intermediarios que sacuden a los personajes; otras veces, con pequeñas escenas que apenas levantan una briza, pero siempre lo suficientemente profunda como para llegar allí donde la sexualidad y el deseo chocan con los miedos propios y los mandatos, la familia y la represión.
Transformar implica alterar el estado de algo en aparente equilibrio, desarmarlo, ponerlo en movimiento y que a partir de eso resulte en otra cosa. En general, y dado que los seres humanos estamos suscriptos en inexorable dependencia a la linealidad del tiempo, no podemos comprender las transformaciones hasta no haber observado cuál es esa nueva cosa que resultó del cambio.
Garland no nos da el privilegio de permitirnos comprender. Los 16 relatos del libro –publicado en 2014 por Alfaguara– se detienen a capturar el momento disparador de la transformación, su esencia, allí donde lo cómodo se desacomoda. Y con eso nos regala la posibilidad de empatizar con lxs (en casi todos los casos, mujeres) protagonistas de una manera diferente, al transferirnos su incomodidad. Sí, leer los cuentos de La arquitectura del océano resulta algo incómodo, ¿de qué otra forma podría ser si lo que se nos muestra es la ruptura del estado normal, cómodo, del imaginario, de la proyección de los deseos de lxs protagonistas? Una incomodidad humana, no obstante, conocida, que es por un lado el conflicto de lxs personajes con sus deseos y por el otro es la incomprensión. Incomprensión porque se corta el relato antes de que complete la transformación pero también por otros factores. En algunos casos, la incomprensión misma de los personajes sobre lo que les pasa. Por eso al hablar de “La Cautiva”, el título con guiños borgeanos del cuento que describimos en el primer párrafo, decimos que “se intuye” que la historia no termina, que “sentimos” que en Diana algo cambia. Ella, desde la visión que se nos ofrece, tampoco está segura: «Diana no se dio cuenta de que se había largado a hablar para tapar el silbido que hacía la respiración de él. Le habló de su abuela, de cosas de la infancia que ni sabía que recordaba, y, sin saber por qué, le habló de un vacío que a veces sentía». No es el único caso. Por poner otro ejemplo, la frase «No entendemos lo que nos pasa.» aparece textual en “El rayo verde”, cuando la joven protagonista y su novio se alejan de la zona habitada de la playa y tienen relaciones sexuales por primera vez. Mientras, ella percibe cómo entre su papá y su mejor amiga pasa algo que su mamá no quiere ver. Y es que la autora trabaja también con eso: está lo que no se puede poner en palabras y lo que no se quiere poner en palabras.
En una entrevista reciente a Télam, Garland, que también es traductora, hablaba del desafío de lidiar con “la incertidumbre de no saber cómo resolver algo que entiendo perfectamente en otra lengua pero no sé cómo decir en la mía”. Pero a la hora de escribir no hace falta (digo más, es preferible no hacerlo) decir con palabras aquellos conceptos y sensaciones que percibimos de formas no lingüísticas. Los silencios y la elusión juegan su necesario papel y lo cumplen con creces. Aún cuando los cuentos se centran en los pensamientos de lxs protagonistas, casi todos están narrados en tercera persona (la excepción se da en “El Rayo Verde”, desde la reconstrucción de los recuerdos de la protagonista en presente histórico). De este modo, se ponen en relieve tópicos fuertes, profundamente contradictorios, como la relación entre familia y sexualidad, pero sin quemar las cartas, sin infantilismos: desde la cercanía suficiente como para poder intuirlos pero manteniendo la distancia necesaria para que no se hagan muy evidentes.
El resultado es un ambiente muy bien logrado. Se puede sentir el frío en las noches de campo, el calor seco de la playa o la humedad de la selva. Los cuentos realmente transmiten esa sensación de estar de vacaciones que se da menos por la buena (pero no excesiva) descripción espacial que por las escenas cotidianas y por ese dejo de extrañeza que atraviesan los pensamientos de quien se encuentra corrido de su casa. Por supuesto que no hace falta tanto despliegue geográfico: basta un viaje en lancha y el toque de una mano, como en “El último muelle”; o un boliche y el sutil sonido de un cinturón, como en «La perra de tres dientes», para impulsar el cambio de estado.
martes, 29 de septiembre de 2020
Carta de Perón a Amy Winehouse (1967)
Madrid, 26 de setiembre de 1967
A la Srta. Amy Winehouse
Londres
Estimada Señorita Amy Winehouse:
He recibido y leído su carta y conforme a su pedido no me demoro en responder. En primer lugar, encantado de conocerla, aunque sea de forma epistolar. Debo disculparme porque es cierto que no conozco su trabajo; con gusto lo escucharé si usted me envía un sencillo junto a la respuesta de esta carta. Por supuesto que sí conozco la música “rhythm and blues”, muy de moda al igual que el “rock and roll” (hace unos años vinieron a Madrid Los Escarabajos, causando todo un revuelo en los jóvenes). No es, sin embargo, mi género musical preferido: soy una persona mayor y me cuesta adquirir los gustos de las nuevas generaciones; aún hoy y toda la vida escucho los tangos de Gardel y Julio Sosa. Aunque sin duda la más maravillosa música que mis oídos han podido (y pronto lo harán de nuevo) escuchar es la palabra del pueblo argentino.
Estamos de acuerdo, como usted menciona, en la importancia que tienen la música y todas las artes en el pueblo. Tal es así que siendo Presidente firmé el Decreto "de Protección de la Música Nacional", que generó que la mitad de la música emitida en radios y otros elementos de difusión y eventos públicos fueran de artistas argentinos. Como verá, desde el movimiento justicialista cuidamos a nuestros músicos, tal como parece que, viendo los excesos de acompañantes espirituosos que usted cuenta, también hacen los británicos...
Es en verdad elogioso el reconocimiento que hace, siendo usted música, al cántico popular que entona el pueblo argentino, otrora en grandes movilizaciones junto a su gobierno, hoy, lamentablemente, en pequeños grupos bajo la clandestinidad. Quiero agradecerle las palabras de gratitud que ha tenido hacia el movimiento que conduzco y también el haberme acercado su propuesta, que encuentro genuina y desinteresada. No obstante, me temo que voy a rechazarla: tal como usted misma escribe, la Marcha actual todavía posee un valor que va en aumento, y no veo necesario reemplazarla de momento. Y, de todas formas, no me corresponde a mí el idear si tal o cual canción es entonada por los compañeros; es el pueblo trabajador mismo quien debe encargarse de ello. Por supuesto que está usted en su libertad de componer una canción de apoyo al Movimiento. Pero al respecto debo hacerle una aclaración: no es de interés del Partido el llegar al Mundo entero, como usted propone. Nosotros estamos por fuera de la lucha de dominación global. No somos ni capitalistas ni comunistas. Somos justicialistas y nuestro objetivo es construir una Argentina políticamente soberana. De nada sirve que nuestras canciones sean entonadas por oligarcas, izquierdistas o imperialistas, si no forman parte de la Patria trabajadora.
Para finalizar quiero desearle muchos éxitos en la continuidad de su carrera como música. Ojalá pueda, como usted dice, transformar toda su rabia en lucha. En mi caso, siento la necesidad de aclarar, no es la rabia la que me motiva, sino todo el Pueblo Argentino, y el deseo de conformar una patria socialmente justa. No guardo rabias, aunque tengo motivos para tenerla, ya que son muchos mis enemigos. Pero al enemigo, ni rabia ni justicia. Después de todo, son mis enemigos los que me harán volver.
Firmado: Juan Perón
martes, 22 de septiembre de 2020
Carta de Perón a Darth Vader (1954)
A mediados de mayo de 1954 la Unión de Obreros Metalúrgicos realizó una huelga de más de dos semanas reclamando mejoras salariales que resultó paradigmática en la relación entre el gremio y el -todavía- gobierno de Juan Domingo Perón. En la misma apareció por primera vez en el plano sindical Augusto Timoteo Vandor, por entonces un joven obrero con pasado militar, trabajador de la fábrica Phillips en Saavedra. El rumor de la irrupción de un potencial hombre fuerte de la metalurgia sindical llegó hasta los oídos del General en una charla informal con un secretario de Valentín E. Suárez, con la mala suerte de que cuando Perón preguntó su nombre para investigarlo, el secretario, que no recordaba el dato con exactitud pero no quería decepcionar al Presidente, le contestó equivocando el apellido: “Vader”.
De allí resulta esta insólita carta que Juan Domingo Perón escribió a Darth Vader, luego de haber averiguado algunos datos sobre él (de estos, especialmente preocupado por la afiliación al Imperio Galáctico) pero siempre pensando que se dirigía al trabajador de la Phillips, con la intención de averiguar su grado de lealtad y persuadirlo en caso de ser necesario para contener a la incipiente figura sindical que se avecinaba. Acaso augurio, lo que avecinó también este primer contacto trunco fue toda la futura relación (y su final) entre Vandor y el General.
Buenos Aires, 12 de junio de 1954
Al Sr. Augusto Timoteo Vader.
Estrella de la Muerte
Mi estimado amigo:
Le escribo con el motivo, el deseo y, podría decir, el deber como Presidente de la Patria, de poder conocerlo personalmente para felicitarlo por lo que, según me he enterado, ha sido una excelente negociación de parte suya con la patronal de la fábrica donde trabaja. Es por jóvenes como usted que el pueblo argentino puede confiar tranquilo en que mediante el trabajo conjunto de los sindicatos y el gobierno vamos hacia una Patria socialmente justa. Por eso mismo es que, como mencionaba antes, mi interés por conversar con usted responde a una necesidad que he de cumplir en nombre de todos los trabajadores del país. Creo que tenemos muchos puntos en los que congeniar y que resultará una charla enriquecedora para ambos.
Debo confesarle que no tenía mucho conocimiento sobre la región en que habita. Averiguando para poder acercarle esta comitiva, he leído que su galaxia está transitando una durísima guerra civil. Y asimismo me he enterado que paralelamente a su trabajo como obrero, usted ha retomado su carrera militar, como Supremo Comandante de la Flota Imperial. Permítame, querido Vader, realizar algunas reflexiones que puedan servirle de ayuda para rumbear su futuro en la guerra, hablándole no solo desde mi experiencia como General, sino especialmente como conductor de un movimiento, ya que entiendo que, en definitiva, usted también lo es, pues su lucha es por motivos de conducción política: entre el Imperio y la Alianza Republicana. Este mismo ejemplo le brindaba en una carta al Presidente de Chile el año pasado:
«Cuando en 1946 me hice cargo del gobierno, me encontré con un panorama que me planteó el primer dilema: debía elegir entre el pueblo o las fuerzas internas y externas de explotación. Si trabajaba para el pueblo, debía enfrentar la lucha con los políticos, la oligarquía y el imperialismo explotador. Si me inclinaba, en cambio, por estas últimas, debería enfrentar muchos escollos, era probable que finalmente chocara con los dos, resultando así peor el remedio que la enfermedad.
Yo me decidí por el pueblo abiertamente y comencé filialmente a servirlo con medidas eficaces de gobierno, algunas espectaculares. El resultado no se hizo esperar. En poco tiempo conté con un predicamento popular tal, que toda resistencia quedó anulada, ya proviniese de la oligarquía, de los políticos o del imperialismo que actuaba debido a ellos. Con ese éxito y esa base di vuelta al país, tomé el gobierno integral y realicé una reforma total.
Sin el apoyo popular no podría haber hecho nada. Sin las medidas de gobierno en su beneficio, no habría contado nunca con el favor popular. El pueblo satisfecho por la obra de gobierno, abandonó a los políticos y una legión de hombres nuevos encuadraron en enorme masa, conduciéndolo hacia los nuevos postulados.»
Como verá, los intereses del pueblo son opuestos a los del imperialismo, y yo sé por su actividad sindical que usted está de nuestro lado. Pero me resulta sumamente contradictorio (y en cierto punto también me preocupa, debo admitir, aunque no es algo que no se pueda solucionar mediante el diálogo) su adhesión con el Imperio. Vader, seré claro: el Imperio está en contra del pueblo, y por consiguiente, está en contra suyo. Usted tiene muchos adeptos y personas dispuestas a responder a usted. Tome mi consejo: conduzca para ellos, porque de lo contrario terminará sufriendo su sublevación. Si sigue luchando a favor del imperialismo, a usted lo matan. O lo matan los de la Alianza, o, si decide cambiar de bando, pero lo hace tarde, lo mata el Emperador. Y, créame, del Emperador no puede fiarse.
Insisto: no traicione a su pueblo. No solo al que aspira a liderar en Coruscant, sino también a sus compañeros en la Unión: ya que ellos defienden el Movimiento. Sepa que estar con el Imperio es traicionar al Justicialismo, desde donde aspiramos a una nación políticamente soberana.
En fin, lo felicito nuevamente por su desempeño en la huelga. Mi invitación es a una charla informal, dígame cuándo y lo espero con un asado en Olivos. Tengo entendido que la fábrica donde trabaja queda en Saavedra, así que le queda cerca. Aunque claro, su residencia es bastante más lejos, por lo que si prefiere otro punto de encuentro me puede proponer. No sé cómo estará el clima por allá. Aquí estamos entrando en el momento más crudo del invierno. Pero ya va a salir el sol, como espero salga en su galaxia y se ponga fin exitosamente a esa guerra pronto. Recuerde, amigo Vader, que los mejores días siempre fueron y serán peronistas.
Saludos y espero su respuesta.
Firmado: Juan Perón.