A mediados de mayo de 1954 la Unión de Obreros Metalúrgicos realizó una huelga de más de dos semanas reclamando mejoras salariales que resultó paradigmática en la relación entre el gremio y el -todavía- gobierno de Juan Domingo Perón. En la misma apareció por primera vez en el plano sindical Augusto Timoteo Vandor, por entonces un joven obrero con pasado militar, trabajador de la fábrica Phillips en Saavedra. El rumor de la irrupción de un potencial hombre fuerte de la metalurgia sindical llegó hasta los oídos del General en una charla informal con un secretario de Valentín E. Suárez, con la mala suerte de que cuando Perón preguntó su nombre para investigarlo, el secretario, que no recordaba el dato con exactitud pero no quería decepcionar al Presidente, le contestó equivocando el apellido: “Vader”.
De allí resulta esta insólita carta que Juan Domingo Perón escribió a Darth Vader, luego de haber averiguado algunos datos sobre él (de estos, especialmente preocupado por la afiliación al Imperio Galáctico) pero siempre pensando que se dirigía al trabajador de la Phillips, con la intención de averiguar su grado de lealtad y persuadirlo en caso de ser necesario para contener a la incipiente figura sindical que se avecinaba. Acaso augurio, lo que avecinó también este primer contacto trunco fue toda la futura relación (y su final) entre Vandor y el General.
Buenos Aires, 12 de junio de 1954
Al Sr. Augusto Timoteo Vader.
Estrella de la Muerte
Mi estimado amigo:
Le escribo con el motivo, el deseo y, podría decir, el deber como Presidente de la Patria, de poder conocerlo personalmente para felicitarlo por lo que, según me he enterado, ha sido una excelente negociación de parte suya con la patronal de la fábrica donde trabaja. Es por jóvenes como usted que el pueblo argentino puede confiar tranquilo en que mediante el trabajo conjunto de los sindicatos y el gobierno vamos hacia una Patria socialmente justa. Por eso mismo es que, como mencionaba antes, mi interés por conversar con usted responde a una necesidad que he de cumplir en nombre de todos los trabajadores del país. Creo que tenemos muchos puntos en los que congeniar y que resultará una charla enriquecedora para ambos.
Debo confesarle que no tenía mucho conocimiento sobre la región en que habita. Averiguando para poder acercarle esta comitiva, he leído que su galaxia está transitando una durísima guerra civil. Y asimismo me he enterado que paralelamente a su trabajo como obrero, usted ha retomado su carrera militar, como Supremo Comandante de la Flota Imperial. Permítame, querido Vader, realizar algunas reflexiones que puedan servirle de ayuda para rumbear su futuro en la guerra, hablándole no solo desde mi experiencia como General, sino especialmente como conductor de un movimiento, ya que entiendo que, en definitiva, usted también lo es, pues su lucha es por motivos de conducción política: entre el Imperio y la Alianza Republicana. Este mismo ejemplo le brindaba en una carta al Presidente de Chile el año pasado:
«Cuando en 1946 me hice cargo del gobierno, me encontré con un panorama que me planteó el primer dilema: debía elegir entre el pueblo o las fuerzas internas y externas de explotación. Si trabajaba para el pueblo, debía enfrentar la lucha con los políticos, la oligarquía y el imperialismo explotador. Si me inclinaba, en cambio, por estas últimas, debería enfrentar muchos escollos, era probable que finalmente chocara con los dos, resultando así peor el remedio que la enfermedad.
Yo me decidí por el pueblo abiertamente y comencé filialmente a servirlo con medidas eficaces de gobierno, algunas espectaculares. El resultado no se hizo esperar. En poco tiempo conté con un predicamento popular tal, que toda resistencia quedó anulada, ya proviniese de la oligarquía, de los políticos o del imperialismo que actuaba debido a ellos. Con ese éxito y esa base di vuelta al país, tomé el gobierno integral y realicé una reforma total.
Sin el apoyo popular no podría haber hecho nada. Sin las medidas de gobierno en su beneficio, no habría contado nunca con el favor popular. El pueblo satisfecho por la obra de gobierno, abandonó a los políticos y una legión de hombres nuevos encuadraron en enorme masa, conduciéndolo hacia los nuevos postulados.»
Como verá, los intereses del pueblo son opuestos a los del imperialismo, y yo sé por su actividad sindical que usted está de nuestro lado. Pero me resulta sumamente contradictorio (y en cierto punto también me preocupa, debo admitir, aunque no es algo que no se pueda solucionar mediante el diálogo) su adhesión con el Imperio. Vader, seré claro: el Imperio está en contra del pueblo, y por consiguiente, está en contra suyo. Usted tiene muchos adeptos y personas dispuestas a responder a usted. Tome mi consejo: conduzca para ellos, porque de lo contrario terminará sufriendo su sublevación. Si sigue luchando a favor del imperialismo, a usted lo matan. O lo matan los de la Alianza, o, si decide cambiar de bando, pero lo hace tarde, lo mata el Emperador. Y, créame, del Emperador no puede fiarse.
Insisto: no traicione a su pueblo. No solo al que aspira a liderar en Coruscant, sino también a sus compañeros en la Unión: ya que ellos defienden el Movimiento. Sepa que estar con el Imperio es traicionar al Justicialismo, desde donde aspiramos a una nación políticamente soberana.
En fin, lo felicito nuevamente por su desempeño en la huelga. Mi invitación es a una charla informal, dígame cuándo y lo espero con un asado en Olivos. Tengo entendido que la fábrica donde trabaja queda en Saavedra, así que le queda cerca. Aunque claro, su residencia es bastante más lejos, por lo que si prefiere otro punto de encuentro me puede proponer. No sé cómo estará el clima por allá. Aquí estamos entrando en el momento más crudo del invierno. Pero ya va a salir el sol, como espero salga en su galaxia y se ponga fin exitosamente a esa guerra pronto. Recuerde, amigo Vader, que los mejores días siempre fueron y serán peronistas.
Saludos y espero su respuesta.
Firmado: Juan Perón.