sábado, 22 de agosto de 2020

Crónica de lectura de Poissant

Empecé leyendo El hombre lagarto. Una rápida y protocolar gugleada me indicó que pertenece al libro El cielo de los animales (al igual que el cuento homónimo), primer libro del autor publicado en 2014. Así que fue una gugleada útil, porque me indicó que es contemporáneo, más bien emergente (al punto de que ni siquiera tiene una página de wikipedia, pero eso ya es un dato de color). El otro dato importante es que, contrario a lo que su apellido me hacía imaginar, es yanqui. Y escribe como tal. Ya en las primeras líneas del cuento logró presentar muy bien el ambiente, medio de suburbio, medio de country estadounidense, en detalles como los tatuajes, la camioneta. En esa primera parte los diálogos presentan el rumbo de la historia "evidente", retomando las ideas de Piglia: la muerte del padre de Cam, el viaje hacia su casa. Mientras que en comentarios del narrador (que está en una notable primera persona en tiempo presente, la cual no suele gustarme mucho, pero acá de alguna manera se me pasa más disimulada) se va dando contexto sobre los dos personajes. 

En la segunda parte, o capítulo, se introduce una analepsis que da pie a la segunda historia: la del protagonista (que) y su hijo, el protagonista y sus propios demonios. Me gusta que introduce la acción bisagra de un tirón, en una primera oración simple y concisa. A partir de ahí va intercalando, toda la trama en presente del caimán con recuerdos y pensamientos del protagonista, en un abrazo entre dos historias que en verdad son la misma. Porque la temática que trata Poissant es muy profunda. Más allá de la relación conflictiva entre un padre y un hijo, se anima a darle voz a los conflictos internos donde se mezclan deseos, tradiciones, miedos, rencores. Es una película que ya vimos muchas veces (el viaje con flashbacks, las relaciones familiares, el hijo homosexual; incluso la ambientación de algunas escenas, como la que liberan al caimán, son bien de película) y eso solo le agrega más valor a poder conmoverse al leer este cuento. En eso creo que ayuda mucho la primera persona, cómo el narrador expone sus sentimientos. Un padre que lucha contra sí mismo por comprender y perdonar a su hijo, pero no puede, no le sale; a la vez que lo extraña, pero lo extraña de niño, antes de que todo se volviera problemático. Si nos quedáramos con los hechos (un padre ex alcohólico y que agredió a su hijo por encontrarlo con un chico) probablemente nos quedaríamos con la imagen de un homofóbico hijo de puta. Pudiendo acceder a sus pensamientos, a su culpa y sus ganas de perdonar y ser perdonado, se logra (por lo menos pude yo) empatizar con un macho, apiadarme de su humanidad que no se comprende a sí misma. Me quedé pensando si en la mente cerrada de una persona terca y conservadora llegan a existir estos intentos de abrirse, estos planteos. Y para ir cerrando este párrafo de bolaceo sobre la temática, el relato y coso, destaco que aún cuando, dadas las similitudes del caso y los constantes resúmenes en flashback, todo el viaje de Cam tiene un significado importante para el protagonista, del simbolismo del caimán recién pude darme cuenta en la escena donde lo liberan.

El lenguaje del cuento en general es sencillo, aunque por momentos se da por una descripción un poco más amplia y ornamentada. Los ambientes están muy bien logrados y hay un buen uso de los diálogos, que alternan momentos de protagonismo para una u otra historia (para la más aparente, o la más profunda). El hombre lagarto es un cuento más bien largo, pero no pierde la magia circular del cuento corto. Toca temas conmovedores, genera tristeza y también por momentos alegría. El final es abierto y esperanzador. Excelente.

Le tocó el turno después a El cielo de los animales. Este también transcurre en un viaje (literal y metafóricamente) y repite (o continúa, o hermana) muchos de los tópicos del otro. Pero cambia un poco el enfoque, pasa a ser un poco más dramón. Ya de arranque cambia el narrador a uno de tercera persona, donde se introduce el nombre del protagonista, Dan, y se resume en pocas líneas la escena de la ventana y añade nueva información que da a entender que este cuento es una continuación del anterior. Se introduce el disparador de la historia: el hijo está por morir. Es una situación conmovedora, pero se presenta de forma tan cruda, tan cortita y al pie que no me generó tanto como el cuento anterior, con la narración focalizada en los pensamientos de Dan: me conmovía más el caimán enfermo (metáfora premonitoria?) que Jack enfermo. Eso le daba una visión más profunda que al principio de esta continuación no se genera. Sí se irá logrando más adelante, a medida que el relato avanza y se vuelve un paralelismo entre el viaje que está realizando y el mismo que realizó años atrás con su hijo. 

Al tirar esas líneas iniciales tan pragmáticas pensé que lo importante del cuento iba a ser la charla entre padre e hijo. Después reparé en que para eso Jack tenía que aguantar. Efectivamente esa preocupación comienza a apoderarse del relato, la desesperación de Dan por apurarse, por poder llegar a tiempo. Muerte y el tiempo, ¡pavada de temas! 

En el medio hay toda una escena del niño pescando en el río que yo pensaba se iba a poder retomar de alguna forma sobre el final, con la asociación entre Jack y los animales, el simbolismo (otra vez) de devolver el pez al agua... ¿habría un final estilo Big Fish? Luego de esa escena viene la primera gran analepsis y a partir de ahí el cuento se va turnando, con un estilo más parecido a El hombre lagarto. Pero si en el primero había un abrazo entre la historia que ocurría en tiempo presente y los recuerdos, acá hay una lucha: ilusión esperanzadora vs cruda realidad. Momentos donde una piensa que sí, que va a llegar a tiempo y se van a perdonar y sentir realizados, que "y dale, total esto es ficción..."; y momentos donde te sacude la triste, mediocre y desafortunada vida del tipo al que estás siguiendo. Al punto que si al principio me preguntaba "¿aguantará Jack?" ahora debo sumarle "¿aguantará Dan?" (y en algún momento de ilusión esperanzadora también me anoté "¿entraran los dos al mar?").

Aunque tengan extensiones similares, veo más a El hombre lagarto como un cuento y El cielo de los animales como una novela corta. La diferencia radica en que este segundo texto introduce un montón de escenas muy raras y que después se pierden (la del restorán, la del auto robado), que parecieran ser solo palos en la rueda, los momentos de cruda realidad que solo sirven para que Dan pierda tiempo.

Y llega el final. Qué sé yo, la verdad hubiera preferido alguno un poco más conciliador. Por lo menos que se ahogara Dan. Pero ni siquiera eso le dejan.