miércoles, 27 de mayo de 2020

Pequeños sueños


Martes. Hoy soñé en una fiesta de cumpleaños, mía. Un lugar amplio, creo que en un principio el jardín de mi quinta, aunque luego se convertía en otro lugar, uno cerrado, con varios pisos, de pasillos anchos con escaleras que rodeaban las plantas. Había mucha comida, dulce, salada, yo morfaba bastante. La comida era ofrecida a lxs invitadxs pero había otras cosas que no, a mí eso me molestaba. Creo que comía tanto y con tanta mezcla dulce - salado que empezaba a sentirme un poco mal. Había, también, muchísimos invitadxs, gente que yo ni conocía. 

Algo que me viene sucediendo en estos tiempos cuarentenosos es que muchas veces las condiciones actuales de reclusión se insertan de a pedacitos y de golpe en medio de mis sueños. Es decir, imagino primero un verosímil de “la vida normal” y después en el medio del sueño “me acuerdo” de que hoy eso está “mal”. En el caso de este sueño lo primero que me trajo un poco a lo actual es que me hicieran notar que tenía el pelo y la barba descuidadas. Eso me molestó.

Luego en el sueño salí del lugar donde estábamos, que desde afuera parecía la entrada a un gran boliche. Estaba ubicado en una autopista, y a los pocos metros cruzaba en un puente una especie de Gral Paz que dividía Ciudad con Provincia, y allí había autos de la policía para hacer controles (porque claro, estamos en cuarentena, necesitás un permiso para circular entre distintas jurisdicciones). Yo me subía a un auto invitado a dar una vuelta por un amigo de la primaria, aunque sabiendo que si íbamos para el lado de provincia - en realidad, creo que solo podíamos salir para ese lado, porque el boliche estaba en esa mano - muy probablemente fuéramos pollo. Ojo, no estábamos rompiendo la cuarentena por hacer una fiesta, con eso no había problema, pero estar en auto pasando de un lugar a otro por venir de una fiesta no estaba permitido. Cuestión que dimos una vuelta, cruzando esa Gral Paz, y yo estaba con el culo en las patas las dos veces que safamos de pedo de que nos pararan a pedir el permiso que no teníamos. Cuando estábamos volviendo ya amanecía. Unxs amigxs me prometieron un porro dentro de un rato, yo accedí. Se fueron a bajonear a un puestito a un par de cuadras (pensándolo bien, el paisaje es más propio de la Av. Costanera, si llegara a cruzar con la Gral Paz), yo lxs acompañé. Era un lugar que solo vendía en promos muy grandes, con muchas dudas compré algo así como cuatro panchos con cuatro pintas, me acuerdo que discutíamos las variedades de cerveza que podíamos llevar. Pero apenas hice la compra me arrepentí porque era mucho más de lo que quería y podía comer y tomar. Eventualmente fui perdiendo rastro del sueño, a medida que me despertaba.